River venció a Vélez en una noche de lluvia, goles y fiesta Monumental

River ganó, gustó y goleó: venció a Vélez 4 a 1 con tantos de Sebastián Driussi, Facundo Colidio, Nacho Fernández y Miguel Borja. El equipo del Muñeco sigue en franca levantada y los hinchas deliraron bajo el diluvio en el Monumental.

El cielo se fue cerrando sobre Núñez como si presintiera que algo grande iba a pasar. Y pasó. Este domingo 4 de mayo, River Plate firmó una noche de gala en el Monumental: goleó 4 a 1 a Vélez, ofreció un primer tiempo de alto vuelo futbolístico, revivió fantasmas del pasado con Guillermo Barros Schelotto como actor involuntario, y bajo un diluvio épico, celebró con 85 mil almas un partido que pareció una final por el clima que se vivió en las tribunas.

River fue una aplanadora en el primer tiempo

Desde el pitazo inicial, el equipo de Marcelo Gallardo —en otra muestra de que su proyecto sigue vigente y feroz— salió a devorar el partido. Presión alta, circulación rápida, asociaciones en velocidad y ataques por todos los frentes. El primer gol llegó como resultado de ese vendaval: Sebastián Driussi, tras una serie de rebotes de Randall Rodríguez, definió de frente al arco para abrir la cuenta y desatar el primer rugido de la noche.

Vélez no tuvo respiro. Antes de que pudiera reacomodarse, Facundo Colidio le puso el moño a una jugada colectiva maravillosa, con el sello y el ADN River de principio a fin. Tras un paciente toqueteo, el ex Tigre se animó a tirar un caño, enganchó ante la marca y sacó una rosca divina que se metió contra el segundo palo de Rodríguez, que nada pudo hacer para evitar el 2-0 en favor del millo.

El Monumental era una caldera. El tercero no tardó en llegar. Tras una mala salida de Rodríguez, al arquero de Vélez se le escabulló la pelota y el rebote lo agarró Mastantuono. La joya de 17 años levantó la cabeza, vio a Nacho Fernández solo y tocó hacia atrás. El resto lo hizo todo el veterano mediocampista: con el arco libre, sacó un zurdazo que pasó por encima de todas las cabezas de los defensores del Fortín y convirtió un golazo. Desahogo y ovación para uno de los grandes emblemas.

Un segundo tiempo pasado por agua

Antes del descanso, llegó el descuento de Vélez, en la que fue una de las muy pocas situaciones claras que tuvo el equipos de los mellizos Barros Schelotto. Un gol de otro partido de Maher Carrizo, que sirvió para ponerle algo de suspenso a un segundo tiempo en el que River no arrancó bien y en el que Vélez pareció tomar las riendas y el control del partido.

River logró sortear ese primer cuarto de hora en el que pareció que Vélez lo ponía en apuro. Y con el correr de los minutos, con el cansancio y la lluvia cada vez más intensa, volvió a tener momentos favorables. Pudo estirar la diferencia mucho antes. Pero tuvo que esperar hasta el final, con un penal de Valentín Gómez sobre Manu Lanzini que no tiene ningún tipo de discusión, más allá que el VAR llamó a Merlos.

En el primer remate, Miguel Borja falló. Sin embargo, Randall Rodríguez se adelantó. Y con la intervención nuevamente del VAR, el Colibrí esta vez infló la red. Y se sacó la mufa. River cerró así un 4-1 que le permitió terminar la fase inicial del torneo en la segunda posición de su zona.

Una fiesta inolvidable en las tribunas

Pero la historia no estaba solo en el césped. En las tribunas, el pueblo riverplatense vivía su propia película. La presencia de Guillermo Barros Schelotto, ahora como técnico de Vélez, reavivó la memoria emotiva de Madrid 2018. Y cada vez que su rostro aparecía en las pantallas, estallaban los cánticos, las cargadas y los gestos. No fue hostilidad: fue una celebración cargada de historia. Una revancha permanente.

El aliento no cesó ni un minuto. Ni la lluvia, ni el viento, ni el trámite resuelto del partido frenaron la fiesta. Fue una comunión perfecta entre el equipo y su gente. Las tribunas vibraron, bailaron, cantaron bajo la lluvia como si fuera la final de la Copa Libertadores. Y en cierto modo, lo fue. No por lo que se jugaba en los puntos, sino por lo que se vivía en el alma.

Cuando el árbitro marcó el final, las tribunas seguían cantando. Mojados, con la camiseta pegada al cuerpo y los ojos brillantes, los hinchas de River sabían que habían sido parte de algo más grande. Un triunfo, sí. Pero también una noche Monumental.